CERCA PARA LA
PROTECCIÓN DE CULTIVOS
Alambradas para caza menor y mayor y pastores eléctricos
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Con este reportaje retomamos nuestra apuesta por
la gestión cinegética. Hemos querido que sea tremendamente práctico
con el fin de que dueños de fincas y titulares de cotos puedan llevarla
a cabo. Para ello contamos con Ignacio López Coronado, especialista en
gestión cinegética. Este reportaje habla de los distintos cerramientos
existentes para proteger los cultivos de la caza mayor y menor.
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Antecedentes
Desde tiempos inmemoriales ha existido un fuerte conflicto entre los
agricultores y los cazadores -y también los ganaderos- motivado por los
daños que las especies de caza o el ganado ocasionan sobre los cultivos
agrícolas.
Nuestra legislación obliga al pago de los daños al perjudicado por
parte del "propietario" de los animales. En el caso de la
caza, quien paga es el titular del coto del cual provienen. Dado que los
daños pueden ser cuantiosos, y aún suponiendo que compartamos la
condición de agricultores y titulares del coto, es muy posible que no
queramos asumir las pérdidas que nos pueda ocasionar la caza sobre los
cultivos, que pueden ser muy superiores al propio valor de la caza.
Para evitar estos daños, desde antiguo se han ideado multitud de
sistemas que van desde el descaste radical de la especie en cuestión,
hasta mecanismos disuasorios más o menos útiles como el carburo. Sin
embargo, el mecanismo más eficaz de protección frente a animales
terrestres, conejos y liebres o la caza mayor, son sin duda alguna los
cerramientos, que se pueden utilizar tanto para evitar que los animales
salgan de una determinada zona como para que no penetren en determinados
cultivos.
Las características de estas cercas de protección deberán ser
diferentes según las especies a que están destinadas. Salvando las
ganaderas, que no sirven ni para la caza menor ni para la mayor, se
pueden distinguir tres tipos de cerramientos principalmente.
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Cercas para la caza menor
Son las denominadas "mallas conejeras", válidas únicamente
para el conejo y la liebre, aunque dependiendo de su instalación también
pueden servir para el jabalí.
Las más usuales son mallas de luz hexagonal de doble o triple torsión
de 19 ó 31 milímetros de diámetro con un metro de altura. Para que
sean realmente efectivas deben ir muy bien ancladas al suelo, a ser
posible con cemento. Se pueden además inclinar ligeramente hacia el
exterior del cultivo para dificultar el paso de los conejos. En muchos
casos estas mallas se apoyan en cercados de ganado o cinegéticos en
aquellos tramos que lindan con zonas de cultivo. En este caso sólo se
podrá realizar sobre tramos muy determinados ya que impedirían el paso
de la fauna no cinegética e incumplirían la legislación vigente.
Aparte de la tradicional "malla conejera", pueden utilizarse
esas otras mallas plásticas como las empleadas en jardinería,
piscinas, etcétera, algo más baratas. No obstante conviene elegirlas
de cierta dureza para evitar que se rompan con el más mínimo
incidente.
Existe sin embargo una tercera fórmula bastante ingeniosa y barata, que
consiste en crear una barrera vertical de 60 centímetros de altura
utilizando plástico de invernadero, tal y como se muestra en una de las
fotos que publicamos.
El inconveniente de este sistema es su negativo impacto visual, su
fragilidad si el cultivo se encuentra en una zona bastante ventosa y el
riesgo de que se inunde el cultivo o una parte si cayese una fuerte
tormenta, ya que no podría evacuar el agua.
El cerramiento con "malla conejera" fue muy utilizado cuando
el conejo era abundante ya que los daños eran realmente cuantiosos,
hasta el punto de que existían parcelas lindantes con monte que no se
podían recoger ningún año. La escasez actual del conejo ha disminuido
mucho este tipo de cerramientos aunque se siguen utilizando en algunas
zonas, sobre todo para proteger cultivos de mayor valor que el cereal,
plantaciones o reforestaciones. La proliferación de protectores de plástico
individuales para plantas ha disminuido también su utilidad.
Su precio varía mucho según el tipo de malla utilizado y su anclaje al
suelo, iniciándose alrededor de las 200 pesetas por metro lineal,
aunque se dispara si se realiza la sujeción con cemento.
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Cercas cinegéticas
tradicionales
Las cercas cinegéticas de dos metros de altura -tipo 200-20-20 ó
similares- impiden el paso de las reses, exceptuando el jabalí, por lo
que su proliferación, aunque no sea el único fin perseguido, permite
la coexistencia de zonas de cultivo y de caza mayor colindantes, incluso
intercaladas.
Esto, que constituye una obviedad, se olvida frecuentemente a la hora de
criticar los conflictivos vallados cinegéticos. Con las densidades
medias alcanzadas en muchas comarcas cinegéticas españolas, los años
de hambruna no quedaría un cultivo en pie en bastantes kilómetros a la
redonda.
Reconociendo pues su necesidad para aislar zonas de cultivo de manchas
de caza, la complejidad de su instalación y elevado precio, así como
los complicados trámites administrativos para obtener el permiso
necesario, no los hacen operativos en muchos casos para la necesaria
gestión de pastizales o la protección eventual de cultivos en un coto.
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El
pastor eléctrico
El pastor eléctrico es un tipo de cerramiento muy sencillo que basa
su impermeabilidad en el temor que le toman los animales a las descargas
eléctricas que sufren al tocarlo.
Se trata de un aparato eléctrico que genera una corriente alterna de
unos cinco mil voltios de salida en impulsos de menos de dos segundos y
con una intensidad de 0,3 amperios, provocando, al tocar algunos de los
hilos que actúan a modo de pantalla protectora, descargas tan cortas
como desagradables.
Como su nombre indica se emplea principalmente en el manejo de ganado,
sustituyendo ventajosamente a los cerramientos tradicionales dada su
sencillez, precio y facilidad de manejo.
Gracias a estas ventajas ha sido rápidamente adoptado en el mundo cinegético
para el manejo de la caza mayor. Curiosamente, la primera vez que fue
utilizado, que yo al menos tenga noticia, se empleó para evitar los daños
que los jabalíes causaban en una zona cerealista rayando con un buen
monte de cochinos.
El propietario del monte, harto de pagar daños a los agricultores,
decidió cerrar completamente la mancha. Para no impedir que los jabalíes
de otras zonas de monte cercanos pudieran penetrar, se diseñó un
ingenioso sistema eléctrico de 3 hilos pivotantes apoyados sobre una
malla ganadera tradicional. Se había inventado el primer cercón eléctrico
de cochinos.
Posteriormente fue imitado en muchas fincas hasta que la tajante
prohibición de los mismos ha conducido a la invención de otros
sistemas no menos ingeniosos, pero eso ya es otro cantar. La utilización
actual del pastor eléctrico no tiene nada que ver con los cercones de
cochinos.
Cuando se pretende impedir el paso de las reses a una zona determinada,
bien sea una carretera, una zona de cultivos o el coto colindante, lo
mejor es el cerramiento cinegético tradicional, más caro inicialmente
pero de escaso mantenimiento y larga duración.
Sin embargo existen muchos casos en los que sólo interesa impedir el
paso de las reses a los cultivos durante cierta época, bien para
cosecharlos posteriormente y dejar la rastrojera para forraje o
simplemente para que los dejen germinar, aunque luego vayan a ser
destinados a forrajes. Lo mismo sucede con los pastos.
Por otro lado, estas zonas a reservar pueden ser de reducido tamaño y
variarán de un año a otro, por lo que cerrarlas con malla cinegética
no sólo no sería operativo sino que convertiría al coto en una
especie de campo de concentración. En esta utilización, muy común en
cotos de caza mayor, el pastor eléctrico demuestra toda su validez.
El cerramiento más usual, de 5 hilos, presenta una impermeabilidad tan
alta como una malla cinegética y con panel solar puede cubrir
longitudes muy grandes -más de 5 kilómetros-, pudiéndose complementar
además con tramos de la malla perimetral ya que no es necesario cerrar
el circuito. El mantenimiento se limita a verificar periódicamente la
luz indicadora de voltaje para evitar fallos de corriente, generalmente
debidos a una rama caída o un corte provocado por cualquier
circunstancia.
La primera instalación es más costosa ya que hay que colocar los
postes de tensión, que se podrán dejar en el campo para montajes
sucesivos; de todos modos, en un primer montaje se pueden colocar de 700
de a 1.000 metros por día entre tres personas. En sucesivos montajes se
habilitan fácilmente 2.000 metros por día.
Para su instalación no es necesario un permiso específico, como ocurre
con el cerramiento cinegético, si bien se deberá notificar su
instalación y debe contemplarse en el plan técnico del coto. También
está prohibido cazar en su interior.
A modo de ejemplo, un cerramiento de 2.000 metros de longitud, que
abarcaría aproximadamente 25 hectáreas, alimentado con panel solar,
tendría un coste aproximado de 600.000 pesetas, es decir, unas 300
pesetas por metro lineal.
Son válidos para todas las especies de caza mayor incluido el jabalí,
aunque si éste abunda es conveniente colocar el hilo inferior a 20 centímetros
del suelo para aumentar su efectividad.
El pastor eléctrico también puede emplearse para la caza menor, pero sólo
es recomendable cuando se trate de cultivos muy caros que convengan
preservar con total seguridad y siempre que el terreno sea completamente
llano. Esto es así porque para la caza menor habrá que poner cinco
alambres, el primero a diez centímetros del suelo, la misma separación
que cada hilo debe mantener con el de arriba.
Esta separación tan escasa con el suelo puede traer problemas al crecer
la hierba o tocar accidentalmente con la tierra, perdiendo eficacia. En
caso de que se instale, habrá que revisarlo muy a menudo.
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El manejo de los pastos
En el monte mediterráneo, donde se pueden ubicar la mayor parte de los
cotos de caza mayor en España, la presencia de un crítico período
seco estival supone un factor limitante para el desarrollo de las reses.
Este problema, conocido desde antiguo por los ganaderos, ha dado lugar a
prácticas ancestrales como la trashumancia o el pastoreo rotativo por
cuarteles mediante el auxilio de diferentes tipos de cerramientos o la
vigilancia permanente por parte de pastores, con el objeto de dejar
reservas de pasto en pie para su consumo estival.
Cuando esto no ha sido posible, se ha debido recurrir a la complementación
del ganado mediante la siega de excedentes primaverales o la adquisición
de costosos piensos elaborados.
En la caza mayor, muy similar al ganado en cuanto a su manejo, estas
soluciones son inviables por razones obvias, salvo la costosa
complementación artificial que por otro lado desnaturaliza, en cierto
modo, el proceso natural de la caza.
Sin embargo, el problema permanece latente en casi todos los cotos,
acentuándose en períodos de sequía. El manejo de los pastos se
complica enormemente con la caza mayor ya que las reses no respetarán
durante el invierno y primavera la incipiente siembra o el pastizal que
hemos mejorado y pretendemos reservar para el verano.
El continuo pisoteo y el arranque y consumo de la planta antes de
completar su ciclo vegetativo no sólo impedirán su desarrollo privándonos
de un forraje esencial, sino que la compactación del suelo y la
ausencia de semillas al no haberse completado el ciclo de la planta,
empobrecerán el terreno para años sucesivos, impidiendo la salida de
la ricia.
Así pues, deberemos reservar ciertas parcelas donde exista siembra de
cereales ó leguminosas o pastos que se agosten tarde, reservadas para
el consumo estival. Estas parcelas, sobre todo las de siembra, deben ser
rotatorias dejando de uno a cuatro años de descanso, según la calidad
agrícola de la tierra y el número de parcelas que tenga la finca. Por
tanto, necesitaremos cerramientos temporales, de montaje y desmontaje
sencillo que se puedan trasladar por toda la finca. La solución, como
en muchos otros casos, deriva de las modernas técnicas ganaderas, en
este caso, plenamente aplicables a la cabaña cinegética.
El pastor eléctrico constituye el instrumento más eficaz para el
pastoreo rotativo de la caza mayor en un coto.
El procedimiento es sencillo: se deben cerrar las parcelas seleccionadas
tras la siembra -diciembre o enero- y levantar la cerca al final de
primavera o comienzos del verano, cuando está casi madura, para su
consumo a diente.
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